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sorprendida

Arrancarlos de la pantalla, prenderles fuego y devolverlos bien calentitos

Arrancarlos de la pantalla, prenderles fuego y devolverlos bien calentitos

Mimi, me dices que da gusto verme así, tan segura, que lo tengo todo muy claro y que seguro que todo me va a ir muy bien. Pero no es así. Qué más quisiera yo que fuera así. Le habría ahorrado a mi madre el disgusto de verme llorar el martes por la mañana, de vestirme prácticamente y sacarme literalmente a la calle, montarme en el coche y llevarme al dentista y luego de compras.

Qué más quisiera yo que mi vida fuera de otra manera. O que yo la viera de otra manera, al menos. Porque he de reconocer que salud no me falta, ni a mi, ni a mi familia, y que tampoco tenemos ningún problema. Y por ello doy gracias a Dios, quien no estará nada a gusto conmigo, que soy una desagradecida, que no aprecio lo que tengo y sólo me fijo en lo que he perdido. Y que resulta además que ni siquiera era bueno.

El martes mi madre se sentía culpable por haberme pinchado un poco para que la acompañara, se disculpaba porque no se había dado cuenta de que estaba a punto de explotar. Decía que era otro bajón, que era normal. Y yo pensaba para mis adentros que no debería estar haciendo esto. Mi madre no se lo merece. Para ella no hay nada peor que una persona que se deja llevar por el desánimo, que se rinde, que se para a llorar mientras la vida alrededor sigue. Mi madre siempre dice que el genio y los llantos en el bolsillo, que no sirven para nada. Y tiene razón, y se enfadaría si me viera esta noche. Mientras mis padres duermen, yo estoy aquí en el ordenador, un viernes por la noche, llorando por las cosas que he perdido. Pero lo que más me fastidia es que no he perdido tanto.

He perdido el tiempo, sí. He dejado de hacer cosas que tendría que haber hecho mucho tiempo, pero ya las voy haciendo.

He perdido un novio que yo sabía que no me quería, y que en mi inconsciente estaba esperando que hiciera una muy gorda para dejarle. Menos mal que al final la hizo.

He perdido a mis amigos. A los de toda la vida. A los que acompañé en los momentos divertidos y en los malos. Y ahora tengo yo uno terriblemente malo y no los tengo. Conocidos, compañeros de trabajo y otros amigos fuera del grupo me han dicho que no tengo que complicarme y pensar tanto en eso. Que se han portado fatal, que no me merecen como amiga. Y tienen razón, porque si una cosa tengo clara, es que si no lo dejamos amistosamente, sino que fue una cosa tan, tan complicada, no pueden pretender estar a bien con los dos. Y cuando me vienen con eso de que son amigos de los dos y que no quieren perder a ninguno, a mi se me revuelven las tripas. Encima, a él lo conocieron por mí.

Hoy estoy de malhumor porque una "amiga", me ha enviado un mail. Bueno, a mi y a un montón de gente, con lo típico de que no le hace falta un millón de amigos, que yo valgo un millón. Y lo mejor es lo que dice al final, un amigo lo llamas en las cosas buenas, a las malas ya acuden ellos solos. ¿Ah, sí? ¿De verdad? Estos son los emails que me gustaría arrancar de la pantalla, prenderles fuego y devolverlos bien calentitos a su emisor. Y es que he tenido muchos de estos últimamente.

 Es por esto por lo que no estoy bien. ¿Cómo voy a estar bien? Lo primero, todo el mundo tiene derecho a elegir. Yo he elegido estar sola, sin una persona que me hacía daño (y aún consigue hacerlo) y ellos lo han elegido a él. Es difícil aceptarlo, pero es así. Les ha comido la cabeza, igual que hizo conmigo.

Se acerca mi cumpleaños y tiemblo. Es cuando me pregunten que si lo voy a celebrar, me dan ganas de decir, sí, lo voy a celebrar con mis amigos. Pero no, siguiendo los sabios consejos de mi madre tendré que decir, no este año lo voy a hacer con la familia... (no tengo dinero para pinchar un barril este año, so gorrones, cuando queráis celebrar un cumpleaños celebráis el de mi ex, que ya me vinisteis con la monserga de que le habíais comprado un regalo y que no os invitó, el muy tacaño, que os pagasteis vosotros los cafés. Si ya os lo había advertido, si el gran cabreo fue por su amor a la peseta!!!!)

El caso es que hasta que no deje de pensar tanto en esa gente, no puedo seguir adelante. Estar en casa todo el tiempo no ayuda, y los fines de semana no tengo con quién salir, así que más me vale pensar en otras cosas. O estudiar. El problema es que mientras no esté bien, no podré estudiar, y si no estudio no podré estar bien. Tengo que ir a por todas a por una plaza. Ojalá me manden bien lejos y aunque pague alquiler e hipoteca y tarde mucho más en independizarme, al menos dejaré esta ciudad y estas calles y estos paisajes, y estos ambientes y estos aires que se me acaban y me ahogan despacio, poco a poco, lenta pero definitivamente.

 

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