Que me tiemblen las piernas
Las reglas del juego han cambiado. Pero yo no me había dado cuenta hasta ahora. Hasta que sin más, me besaste. Y siete años después me tiemblan las piernas como si fuera una colegiala.
Me siento extraña, ahora que me has cogido de la mano y me has atraido hacia tí y me has besado. Y te has justificado de una manera tan tonta y no he podido evitar sonreirme. Y desde entonces no me encuentro bien. Estoy nerviosa y agitada y pienso a menudo en tí.
A ratos me encuentro inmensamente feliz, pues necesitaba sentir un cariño honesto. Y entonces me doy cuenta de que no me gustas, que sólo te necesito porque me siento sola y que si seguimos adelante va a ser un fracaso.
Y en cambio en otras ocasiones, pienso que de vez en cuando no está mal dejarse llevar. Que quizá no te necesite y me gustes más de lo que imagino. Pero apenas te conozco.
Ya había notado cómo me mirabas, aunque hubiera más personas delante, y cómo ibas a buscarme a dónde sabías qué podría estar. Y si no te veía el día parecía más largo. Y si no discuto contigo, nada tiene tanta gracia.
Pero me besaste. Demasiado pronto, quizá. Y ayer pensaba que no me llamarías, pero lo hiciste. Y me sentí bien. Pero defifnitivamente me besaste demasiado pronto, porque la conversación fue más bien tonta y fría. Aún así, noté tu voz más cálida que nunca, y me hubiera gustado estar junto a tí, para que volvieras a cogerme de la mano y me llevaras por las calles de la ciudad en la que me besaste, como la otra noche. Y que mis piernas volvieran a temblar.
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sorprendida -
june -